Año Jubilar de la Misericordia

30 de noviembre de 2015

3 claves para seguir esperando en Adviento y no desesperar ante todo lo malo del mundo

La espera y la esperanza

Seguramente, tantas veces los cristianos nos hemos desesperado en nuestra espera del Señor. Cada Adviento, año tras años, escuchamos las mismas palabras: "¡no desesperéis, el Señor está cerca! ¡El Señor está cerca, no tarda, no temáis!".

Pero la realidad es que todos los años surgen en la vida personal, en la sociedad, en el mundo, ... millones de razón para dejar de esperar y para dejar de creer en las Palabras del Señor. ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no dejar de esperar y tener esperanza?

Las lecturas de este primer Domingo de Adviento mostraban que esta misma realidad la vivieron las comunidades de creyentes a la que pertenecían, por un lado, el Profeta Jereas, tras la destrucción de Jerusalén (1ª lectura); por otro, la comunidad de Tesalónica, a la que escribe el apóstol san Pablo (2ª lectura); como, finalmente, la comunidad a la que escribe el Evangelista Luca a través de las palabras de esperanza del Señor Jesús (Evangelio). [ver comentario a las lecturas del I domingo Adviento].

El pastoralista Casiano Floristán nos da algunas claves para NO DESESPERAR y NO PERDER LA ESPERANZA:

¡ES LA ESPERANZA CRISTIANA LA QUE FORTALECE Y DA CONSISTENCIA A NUESTRA ESPERA!
1. No es lo mismo espera (lo que llega es debido al esfuerzo humano) que esperanza (lo que adviene nos sobrepasa humanamente). Pero tampoco hay que contraponerlas: la esperanza cristiana pasa a través de genuinas esperas humanas.

A veces nuestro pueblo tiene una gran esperanza y pocas esperas humanas. Los acomodados viven únicamente pendientes de las esperas cifradas en el dinero, el poder, la comodidad, etc. Los pobres y marginados esperan siempre una sociedad nueva, un reparto de bienes y de oportunidades, un reino de Dios con libertad y justicia. Esto entraña que se derrumben muchos «mundos» viejos, muchas esperas falsas.


2. Podemos distinguir tres niveles de espera, según necesidades y deseos: la espera pasiva de los no comprometidos; la espera interesada del burgués a su favor; y la espera creadora de los activos a favor del pueblo. La esperanza es el entramado de la vida. Según como esperemos, así somos: impacientes o tranquilos, afirmativos o escépticos, comprometidos o desganados. Algunos profetas de calamidades sólo ven la «mala noticia», no la «buena nueva». La persona que espera de verdad tiene confianza en el cumplimiento de las promesas de Dios.


3. Jesús esperó activamente la venida del reino. Y, porque esperaba, encontró lo esperado: una nueva vida de resucitado.

El cristiano debe esperar, al modo de Jesús, la plenitud del reino, a pesar de los fracasos, de los «signos» catastróficos, de «lo que se nos viene encima». Espera con firmeza quien espera la «liberación», para lo cual es necesario tener una actitud básica: la «vigilancia», con objeto de ver en el tiempo de los signos los signos de los tiempos. El Evangelio no nos garantiza que los cristianos escapemos de las desgracias, naturales o provocadas. Nuestra existencia no es fácil. El Señor nos pide que «levantemos la cabeza» y tengamos en cuenta que el fin de «un» mundo es preparación de la venida del Señor.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

  • ¿En qué ponemos nuestras esperas y esperanzas?
  • ¿Cómo captamos los signos de esperanza en nuestro mundo?